Desde su fundación hace casi un siglo, el Museo ha desarrollado una labor de divulgación de la tauromaquia. Presenta todas las etapas del toreo valenciano y sus principales protagonistas: los diestros del siglo XIX, la figura de Granero en la Edad de Oro de la Tauromaquia española, los años de posguerra; los años 50 y 60, décadas de apogeo de la fiesta taurina; los otros toreros (artistas del toreo cómico); los subalternos y la relevancia de los últimos diestros valencianos en la tauromaquia reciente.

La exposición muestra los elementos clave del desarrollo de un espectáculo sujeto a reglas centenarias, desde su liturgia y desarrollo, hasta la labor de los dos protagonistas esenciales: el matador y el toro.

Los orígenes del toreo

La historia del toreo comienza en el siglo XVII, momento en que la fiesta de los toros configura las bases de lo que más tarde será la tauromaquia, considerada como arte y liturgia.

Junto a espadas autodidactas que lidiaban reses sin atenerse a reglas fijas, y que servían de auxilio a los caballeros en plaza -auténticos protagonistas que practicaban el toreo a caballo-, surgen diestros que comienzan a dar relevancia al toreo de a pie. En este periodo, los espectáculos taurinos se organizaban a beneficio de instituciones religiosas u hospitales, o para conmemorar acontecimientos de la vida social o política.

En el siglo XIX se consolida el toreo como un arte sujeto a reglas y normas. Los toreros se profesionalizan y comienzan a rivalizar con los picadores, que hasta ese momento gozan de mayor relevancia en los carteles. Las ganaderías empiezan a cobrar protagonismo y las ciudades se dotan de nuevas plazas estables para albergar un mayor número de espectadores.

Los precursores del toreo valenciano

Los toreros valencianos de la época estuvieron representados por el coletudo de Xàtiva Joaquín Sanz Punteret y los hermanos Fabrilo.

Punteret tomó la alternativa en la plaza de toros de Sevilla de manos de Luis Mazzantini, torero entusiasta y notable banderillero, murió como consecuencia de una cornada sufrida el 11 de febrero de 1888 en la plaza de La Unión de Montevideo.

Julio Aparici Fabrilo se convirtió en un ídolo popular entre los aficionados valencianos de la época, destacando por su gracia y soltura en la plaza. Tomó la alternativa en 1888, de manos de Antonio Carmona El Gordito. El 27 de Mayo de 1897, alternando en Valencia junto a Antonio Reverte, resultó herido mortalmente por el toro Lengüeto. Dos años más tarde, su hermano Francisco Aparici Fabrilo falleció en la misma plaza, actuando como novillero, al entrar a matar a Corucho.

En los albores del siglo XX, enlazando la época de Bombita y Machaquito y la que protagonizaron Juan Belmonte y Joselito, destacó el estoqueador José Pascual Valenciano.

La edad de oro de la tauromaquia

Las dos primeras décadas del siglo XX estuvieron marcadas por las figuras de José Gómez Gallito y Juan Belmonte. Con ellos,  la fiesta evolucionó hasta las actuales formas de torear. También brillaron en esta época otros espadas como Rodolfo Gaona, Rafael El Gallo o Vicente Pastor.

Valencia tuvo un efímero protagonismo en la figura de Manuel Granero, torero que ocupó durante apenas año y medio el trono vacante que había dejado Joselito. Desde que Granero tomara la alternativa en Sevilla el 28 de Septiembre de 1920, de manos de Rafael El Gallo, la joven promesa gozó de gran éxito y se situó en lo más alto del escalafón hasta su muerte en la plaza de Madrid el 7 de mayo de 1922.

En la década de los años treinta coincidieron en España un buen número de grandísimos toreros que estuvieron acompañados por tres espadas valencianos.Vicente Barrera, torero poderoso en la lidia y de gran regularidad, lo que le permitió ocupar durante más de una década los puestos más importantes del escalafón; Enrique Torres, que forjó su sólido oficio en Sevilla, y Rafaelillo, tío abuelo de Enrique Ponce.

La Guerra Civil española  truncó la trayectoria de muchos matadores y redujo de forma notable la cabaña brava española.

Durante la Posguerra rivalidaron en los cosos Manolete y Carlos Arruza. De tierras valencianas emergieron dos figuras de excepción, Aurelio Puchol Morenito de Valencia, torero de mucho oficio y largo repertorio, y el espada Jaime Marco El Choni, cuyo estilismo preciosista le convirtieron en uno de los primeros espadas de su época.

Los toreros cómicos

El toreo cómico tiene su origen en las mojigangas, representaciones satíricas en las que se caricaturizaban diversos aspectos de la lidia y de la sociedad. Las mojigangas dieron paso a los espectáculos cómicos taurinos, que se consolidaron a partir de los años 40 del siglo pasado.

Estos festejos se componían de diferentes números musicales, parodias y juegos con los toros dirigidos a mostrar una vertiente distendida y festiva de la lidia. En los espectáculos siempre había una parte seria, en la que los aspirantes a toreros tenían la oportunidad de lidiar y matar sus primeros becerros y curtirse en el oficio.

La primera figura significativa del género surgió en el siglo XIX. El valenciano Tancredo López creó el personaje de Don Tancredo, popularizando una suerte que consistía en ponerse delante del toro vestido de blanco e inmóvil, esperando impávido las embestidas del animal subido a un pedestal.

Elenco de toreros cómicos valencianos fueron Arévalo, El Bombero Torero, Don Canuto, El Toronto, y agrupaciones músico taurinas como la banda de El Empastre.

De azabache y plata

El oficio de subalterno es uno de las labores más importantes de la fiesta.

Los banderilleros, encargados de ejecutar la suerte de banderillas, también bregan en la lidia, manejan la puntilla cuando es necesario y “están al quite” - auxilian al matador o a cualquier otro de los lidiadores presentes en el ruedo durante la corrida-. Los picadores, toreros que ejecutan su suerte a caballo, miden la bravura del toro con la pica, dosificando la fuerza del animal.

Valencia siempre se ha caracterizado por ser cuna de excelentes toreros de plata y azabache, banderilleros y picadores que han formado parte de las cuadrillas de los matadores más importantes. Subalternos valencianos del siglo XIX como Blas Méliz Blaye, banderillero vistoso y eficaz, auxiliar de espadas tan importantes como Cúchares y Salamanquino.

Algunos de éstos llegaron a crear dinastías como las de los Ventiundit, con la destacable trayectoria de Francisco Alabau entre sus numerosos hermanos, los Montoliu, fundada por el picador de toros Manuel Montoliu y la saga de los Capilla.

El toreo moderno

En las décadas centrales del siglo XX aparecen relevantes toreros como Antonio Bienvenida, Rafael Ortega, Gregorio Sánchez, Miguel Báez Litri o Antonio Ordóñez.

Entre los toreros valencianos destaca Francisco Barrios El Turia; matador de gran trayectoria como novillero, que tomó la alternativa en Valencia en 1957 de manos de Julio Aparicio. Después de abandonar los ruedos en 1969, desempeñó el cargo de director de la Escuela de Tauromaquia de Valencia, institución que alumbró a destacadas figuras del toreo. También cabe citar a Enrique Vera, torero que alcanzó gran notoriedad como actor en las películas Tarde de toros o El último cuplé.

En los años 60 irrumpió un nuevo fenómeno que convulsionó el panorama taurino: Manuel Benítez El Cordobés que introdujo unas formas tan singulares como heterodoxas. 

En Valencia destacaron especialmente Ricardo de Fabra, Santiago López y Julián García.

Los años 80

 El panorama taurino estuvo marcado por la presencia de un elenco de toreros como José María Manzanares, Francisco Rivera Paquirri, Niño de la Capea, Dámaso González o José Ortega Cano. Juan Antonio Ruiz Espartaco lideró el escalafón durante varias campañas.

De la parte seria del espectáculo cómico taurino de El Cochero Torero emerge una joven promesa, Vicente Ruiz El Soro. A lo largo de sus trece temporadas como matador, El Soro figuró de forma habitual en los carteles de las ferias de España, Francia y Sudamérica. Torero poderoso con el capote que, con los años, adquirió seguridad y temple con la muleta. Su principal recurso fueron las banderillas, con las que patentó el molinillo, una de las formas más vistosas y difíciles de ejecutar Una grave lesión le retiró definitivamente de los ruedos el 9 de abril de 1994.

Los años 90

Es donde la tauromaquia valenciana vive uno de los momentos de mayor esplendor con la irrupción de tres figuras:

Enrique Ponce se presenta con fuerza en un panorama dominado por toreros como José María Manzanares, Jesulín de Ubrique, César Rincón y, años más tarde, Rivera Ordóñez, El Juli o El Cid.

Ponce manifiesta grandes cualidades desde sus comienzos, una precoz intuición e inteligencia, una técnica depurada y una estética insuperable. En la Feria de Fallas de 1990, recibe la alternativa de manos de Joselito.

Una revelación supuso la aparición de Vicente Barrera Simó, nieto de Vicente Barrera Cambra. Tomó la alternativa el 25 de Julio de 1994, en la Feria de San Jaime, de manos de Curro Romero. Durante todos estos años de profesión, el espada ha consolidado su técnica, consiguiendo instalarse en los primeros puestos del escalafón taurino.

José Pacheco El Califa, espada de pura y estoica concepción de la tauromaquia, se doctoró en 1996 de la mano de Manuel Benítez El Cordobés. Este torero ha protagonizado importantes tardes de toros en los últimos años.

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